
A veces uno tiene cosas de peón caminero y… El otro día se me ocurrió decir a nuestro Médico de Familia que sentía ciertas molestias en la garganta. El docto discípulo de Hipócrates, en realidad excelente doctor y por añadidura amigo, me invitó a que pasara por su consulta. Más por el placer de compartir con él unos breves momentos que por necesidad de paciente, según mi supina ignorancia, acepté su invitación. El resultado no tardó en ser evidente. A las dos horas de haber llegado a la consulta, ya estaba yo en el área de Urgencias de la Residencia Sanitaria de Servicio Galego de Saúde en Orense.
El diagnóstico que realizó mi doctor amigo en el Centro de Salud de Beariz fue totalmente coincidente con el que hicieron los galenos que me sometieron a examen en las citadas instalaciones. Durante tres días fui objeto de estudio para encontrar la razón que me llevó hasta allí. No hallaron los motivos que producían mi «malestar» ni tenía sentido mi retención en las aviejadas instalaciones en las que me hallaba, con otros muchísimos más pacientes. Me recetaron algunas medicinas con pautas concretas. En espera de las reacciones que pueda tener mi organismo con las instrucciones recibidas, me mandaron a casa. Tengo que retornar dentro de unos días. Tengo que reiterar las deficientes instalaciones del edificio antiguo, totalmente obsoletas en todos los órdenes, totalmente discrepantes con el comportamiento maravilloso, altamente profesional, tanto en doctores, como enfermeras, personal auxiliar, en fin, en todos ellos solo encontré responsabilidad en sus cometidos, eficiencia en sus labores, y, sobre todo, humanidad sin límites en su trato con los pacientes. A todos ellos mi agradecimiento personal y público reconocimiento.