Comentaba ayer, el placer que supone para mí despertarme con un beso, bien de mañana. Dos razones avalan ese placer. Uno, que sentir el beso, es señal evidente de haber sobrevivido a la noche, lo cual, cuando lo primeros que se cumplan, serán 80 juveniles años y segunda razón, que durante cuarenta y tres años, para despertarme, el beso me lo daba, la irrepetible mujer que me tuvo por esposo. Desde muy niño, y ello fue una constante en mi existencia, nunca pensé alcanzar esta edad que Dios me ha regalado. El caso es que cada día estoy más enamorado de la vida y cada día le pido al Creador que me permita seguir disfrutando de ella. Digo bien, disfrutando, dentro de unos límites de cordura y con las limitaciones que imponen los deterioros normales de los años.
Hoy ha sido un día muy gratificante, como todos pero un poco más. Amaneció orvallando y a media mañana, el Astro Rey se impuso y quedó una tarde primaveral con los colores que le prestó el Otoño. Realmente para disfrutarla. Es lo que estoy haciendo. Os deseo lo mejor. No desperdiciéis ni un segundo. Vivirlos todos como si cada uno de ellos fuera el último.