Seguramente me mostraré reiterativo, pero es que no tengo más remedio que agradecer el vivir. Solo eso, vivir. Si vives y le pones a la vida los ingredientes que te hagan los momentos agradables, si cada momento tiene su cometido, elegido con ilusión y ganas de darle significado, no le debes pedir más. Pero eso sí, llenar cada segundo, con un contenido que justifique su existencia. No se debe perder el tiempo en banales razones que dejen los espacios sin el placer de recordarlos. Todo aquello que realices debe ser lo suficientemente atractivo que, después, el recordarlo, te haga sentir satisfecho. Eso motivará tu sensibilidad para no bajar el listón de tus preferencias, por el contrario les dará sentido para superarlas. No se debe esperar al final de la jornada para conseguir los objetivos, hay que alcanzarlos desde las primeras instancias, cuando todo está en pleno vigor para alcanzar todo aquello que te propongas. Si así lo hacemos, nuestro ánimo impedirá que bajemos la calidad de nuestro sentido de vivir.
Hoy el clima ha contribuido para que la jornada fuera propicia, para no dejar nada en los recovecos de la mochila. Temperatura primaveral, un sol que invitaba a disfrutar de todo y, hasta el viento, al atardecer se mostró tal cual , para recordarnos que estamos en el Otoño.
Al anochecer, se calmó el viento y le abrió la puerta a una fresca y deseada lluvia que los campos recibieron con sumo agrado. A mí me invitó a entrar en el Pabellón a realizar mis pasos de Zumba. Digo bien: Mis pasos. Porque realmente mis pasos, no son realmente los más ortodoxos para escenificar la belleza y el dinamismo frenético de la danza. Se hace lo que se puede. Buenas noches.