Tampoco hoy estaba la mañana para que mis amigos Pico Amarillo y Papo Rubio, vinieran a saludarme al amanecer. Siguen el viento y la lluvia azotando esta parte de la Península y a fe que lo hacen con ganas. Entre ayer y hoy, cayeron, según mi pluviómetro 170 litros por metro cuadrado. Hoy, no conforme con eso, además de lluvia, granizó todo lo que le vino en gana. Por eso, justifico a mis amigos que sigan recluidos en las oquedades de viejas troncas o en las solapas de musgosos roquedales.
Como cada amanecer agradecí a la Vida que me permitiera comenzar una nueva jornada con todos sus ingredientes. Pero, una vez más, me he dado cuenta que esa reflexión, tiene una gran parte de eufemismo. No el agradecimiento, que sí es sincero. Cuando la honestidad falla, es con los ingredientes. Lo dices, porque piensas y deseas que conformen un menú que agrade y deleite el paladar, pero en cuanto aparece uno de ellos que no es coincidente con tus gustos o proyectos, inmediatamente, se quebranta la buena y disciplinada actitud. Me explicaré. Se me llena la boca diciendo que nunca pensé llegar a la edad que tengo. Algunos de mis hermanos, madre y muchos que compartieron conmigo gran parte de mi existencia, no llegaron a cumplir los años que yo peino. Con esa disposición de buenismo vital, me digo y me repito que cuando llegue el momento lo aceptaré con absoluta sumisión. Qué lejos está la realidad virtual del momento verdadero. A primeras horas de la tarde me encontré algo indispuesto. Me visitaron mis incondicionales arritmias, motivo por el que me hallo en tratamiento médico. Llevaban unos meses sin hacer acto de presencia pero hoy lo hicieron y, además, de forma descarada y persistente. Todos mis teóricos conformismos se fueron al garete. La soledad, mi Soledad comienza a decirme cosas que no quiero escuchar pero ella es terca y se hace oír. Los casi 80 vividos se pueden prolongar y todavía quedan muchas cosas por hacer. La cacareada conformidad con la aceptación de lo que depare el destino, se esfuma y aparece el ansia de seguir. La necesidad de completar proyectos. La presunción estúpida de que aún es temprano. Aún no ha llegado la hora. Cómo si tú pudieras marcar los tiempos y sus consecuencias. Toma cuerpo el egoísmo que te permite pensar que eres dueño de…¿Dueño de qué? Si uno no es dueño de nada. No hay en la vida absolutamente nada que te pertenezca. Solo nacemos con una propiedad, el tiempo. Y lo malgastamos. Hoy lo tienes todo y mañana estás desnudo ante la vida. Un día, digo. Ni eso. Al segundo siguiente ya estás en la margen de enfrente del segundo anterior. Soledad, tan buena compañera en tantas y tantas situaciones, qué cruel te vuelves cuando haces valer la realidad y retiras los tules multicolores con que envolvemos nuestro futuro. Nuestro futuro. Como si fuera nuestro. Ilusos.
Mientras estas líneas escribo, la cordura de la irrealidad vuelve a tomar posesión en la atalaya de mis horizontes y allá a una distancia inmedíble diviso, perdón, no soy capaz de poder concretar qué. Pero voy a seguir caminando, que ese es mi destino.