El Astro Rey madrugó esta mañana. Tanto lo hizo que peinó sus cabellos con los árboles del Coto de Marcofán. En cuanto lo hizo iluminó la escena con tanta generosidad, que la naturaleza entera agradeció su beso desperezándose con prontitud inusitada. Mientras los bosques desenredaban su cabellera, los prados le saludaban luciendo su corona de diamantes. Los canchales refulgían con destellos de mil colores. Las aves y pajarillos cantaban por doquier tan bello amanecer. Daba más sensación de ser primavera que invierno recién estrenado.
En lo alto del castaño Pico Amarillo sacaba las más bellas notas de su privilegiada garganta. Hasta yo me atreví a bajar a la calle para gozar de tan regalado momento.En cuanto comencé a caminar por la zona donde almacené la leña, comenzó a revolotear en torno mío Papo Rubio. Se acercó de manera inacostumbrada, pero no me cabe duda que, a pesar de ello, marcaba ciertas distancias que antes no hacía. Hasta llegó a posarse varias veces frente a mí y con su tic nervioso me decía que seguía enfadado y aún no se había olvidado que durante varios días lo ignoré. Confío que mi perseverancia volverá a llevar las aguas a su cauce.
Mañana pienso visitar las Mamoas (Mamas) del Valdolodeiro donde ya en otros momentos pasé muchas horas sentado encima de ellas. Tuve vivencias que me impactaron de manera increible. Estoy convencido que la Santa Compaña comenzó en ellas su deambular por esta tierra de Meigas.