Querida Esposa, en estos días que estuve en Menorca, no te puedes imaginar cuánto gocé recordando nuestras travesuras, compartidas en el tiempo que vivimos en la bella Isla Balear.No puedo por menos de reirme de mí mismo, por la azaña de nuestro hijo que entonces atendía por el nombre de Jordi. Aún no le había hecho aborrecer la bella lengua Catalana, aquel profesor incompetente. Recuerdo que leí en la prensa, el dia 1, que al al siguiente día se celebraba una competición de natación, la Primera Travesía del Puerto de Mahón. Aproximadamente mil y pico metros. Habbía varias categorías, por edades. Nuestro hijo tenía a la sazón 11 años. Te llamé para que le fueras a inscribir. A la hora convenida, allí estábamos, en el Puerto. Vinieron unos barcos pequeños y se llevaron a todos los participantes, a la otra orilla, donde tenían asignado el punto de salida. Al cabo de unos momentos que se nos antojaron eternos, se oyó un estruendo producido por un cañonazo, que marcaba el momento de la salida de los más de 100 participantes, de todas las categorías. Nosotros estábamos situados en el muelle donde habían colocado la meta. Allá a lo lejos, parecían hormigas, medio adivinamos que los valientes nadadores, se echaban al agua. La distancia nos impedía percatarnos de nada que se relacionara con la partida. Había bastante oleaje. Por más que lo intentábamos, no pordíamos ver nada, con un mínimo de claridad. Al cabo de unos interminables minutos, creíamos adivinar puntitos negros sobre las aguas, luchando contra el oleaje que les dificultaba aún más su esfuerzo. Maldije mil veces no tener unos prismáticos para conseguir ver a los tritones participantes. Moviéndome de un lado para otro vi un señor con unos anteojos y, echándole mucho descaro, le rogué que me los prestara unos segundos, para ver algo de lo que sucedía en el agua. Con la ayuda del binóculo pude observar, sin demasiada claridad, una línea de participantes y por delante, a una considerable distancia, uno de ellos, que nadaba contra el viento, algo desviado de la dirección, teóricamente correcta. Le devolví el binóculo a su dueño, comentándole lo observado. El me dijo que el nadador que realizaba esa operación, lo hacía muy inteligentemente, luchando contra el viento, al principio, para después tenerlo de popa y hacerlo con mucha más rapidez. Coincidí con él y al cabo de unos momentos retorné a pedirle los prismáticos. El nadador destacado, ya había cambiado la dirección y ahora venía hacia nosotros, tomando ventaja a sus presuntos rivales. En uno de los momentos que mi improvisado amigo me prestó sus anteojos, me pareció reconocer al aventajado Tritón que no era otro que nuestro hijo. En efecto, ganó, a los 11 años la Primera travesía al Puerto de Mahón, de todas las categorías. Aún lloro recordando lo que experimentamos, cuando el niño llegó a la meta. Al preguntarle cómo había conseguido aquella azaña, nos contestó que tatareando la muisiquilla del Llanero Solitario y pensando que podía haber tiburones y…¡Quién nos iba decir que aquel niño que estuvo, por tres veces, a punto de ahogarse, sería capaz de tal proeza!..¡¡Qué felicidad aportan las pequeñas grandes cosas, que nos regalan los hijos!! Un beso muy fuerte Amor. No quiero aburrirte pero necesito contarte las pequeñas cosas que hicieron grande nuestras vidas. Te amo.
Que bonito lo has narrado, sin duda los hijos nos dan grandes alegrías José, me gusta tu manera de compartir esos momentos tan preciados para ti y para tu esposa.
Un abrazo gigante y besitos
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