CADA DIA TE AMO MAS

 Hola Amor mío: Hoy, al introducirme entre las sábanas, confieso que experimento la ilusión de tener toda la cama para mí solo y no dar cuentas a nadie, de mis actitudes durante el sueño. Me acuesto casi atravesado, sabedor de que no te molesto y me siento cómodo,  hasta juguetón y travieso. Qué poco duró el espejismo. Cuando comienzo a quedarme traspuesto, mi mano busca tu cuerpo, tu contacto y solo encuentro la nada, porque en el lugar que te pertenece, y para mí son todos, desde que tú no estás, solo existe el vacío. Intento centrarme en el sueño pero no lo consigo. En tropel acuden los infinitos recuerdos que jalonaron nuestro cotidiano vivir, que conformaron cosas sencillas, desde un “ hasta luego”, al beso de llegada y despedida. Del reconocimiento a una labor silenciosa y aleccionadora del cada día, creando un hálito de felicidad en torno a nuestros hijos, al mundo en que siempre hemos estado inmersos, perfumando todos los rincones de nuestras casas con sabor a ti, porque, Amor, fueron treinta y una viviendas, si la memoria no me es infiel, las que hemos compartido, sin que nunca saliera de tu boca un reproche o una pregunta que pudiera engendrar dudas de aceptar el destino veleidoso, en más de una ocasión, en su comportamiento. Se agolpan en mi recuerdo tantos y tantos momentos compartidos que mi corazón se siente incapaz de filtrar con la prontitud adecuada, produciendo en mí  las lógicas emociones que no siempre puedo controlar. En compensación, me crea un sabroso regusto de bienestar en el que me abandono, sin mayor resistencia. Sin  darme cuenta he corrido las cortinas y en un leve giro de mi cabeza, se encuentra mi vista con un cielo azul oscuro estrellado, que produce en mí una reacción tan incontrolada que me sorprende gratamente.    Sin duda lo es. No  me cabe la menor duda. Sí, el primer beso, tu primer beso, la ternura de aquel suave e irrepetible beso, me lo diste una noche así. Bajo un cielo tachonado de estrellas que tintineaban antes de dármelo, y que siempre ignoré su actitud, sumergido como estaba en la caricia de tu amor. De pronto una estrella traviesa, que estaba al lado de otras muchas, posiblemente comentando cosas de enamorados, como nosotros, salió corriendo, dejando tras de sí un finísimo y brillante hilo que inmediatamente cogí, para con él engarzar un collar de diamantes luminosos, de rutilantes destellos infinitos, y en justo reconocimiento, colgarlo de tu cuello. Amor, al destino pido que  nos una de nuevo, y al cielo imploro, que no se demore, porque cada minuto que vivo lejos de ti es perdido irrecuperable.                                                                                                                              20160409_185344.jpg                         

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