¿SUEÑO, FANTASÍA O REALIDAD? ¿QUIEN LO PUEDE SABER?

Le costó revolverse en la cama. Se encontraba espeso. La boca tenía sabor a empanadilla casi cruda. Intentó incorporarse y no pudo. Pensó. No, no estuvo la pasada noche en ningún lugar que propiciase el estado en que se encontraba. No había bebido alcohol de ninguna clase.  Trabajó en su habitación en un proyecto que le ilusionaba. Del asiento de su mesa se fue directamente  a la cama. No hubo nada anormal. Sin embargo durante  la noche el sueño  fue agitado. Sobresaltos afectivos. Mujeres que inquietaron su ánimo. Figuras y formas femeninas excitantes por su voluptuosidad. Todo ello golpeaba en su cabeza que amenazaba estallar. De un salto se metió en la ducha.  Ni esperó a que  saliera el agua a la temperatura corporal. Sin terminar de secarse, con la toalla frotándose el cuerpo, salió al jardín. Era relativamente temprano. Día festivo. Ni colegios ni despachos obligaban al desperezo tempranero. El sol iba subiendo por el arco celeste y sus rayos calentaban  el ambiente. Disfrutaba del silencio y de la soledad reinante. Ni se preocupó de que la toalla, perezosamente  se deslizase por su cuerpo desnudo. Institntivamente comenzó a realizar unos suaves ejercicios para desentumecer los músculos, aún no  liberados, a pesar de  la reconfortante ducha. Tal había sido el agarrotamiento nocturno que necesitaba darle tiempo para que retornaran a su estado natural. Sin embargo los recuerdos de los momentos vividos en los sueños, seguían martillando  su cerebro. No le hallaba una explicación lógica a lo sucedido. No obstante intentaba buscar una explicación al estado en que le habían colocado las pesadillas que seguían coaccionando su actitud. Caminaba mientras pensaba en todo ello. Sin darse cuenta, estuvo a punto de tropezar con el seto que delimitaba los jardines. A pesar de ser tupido, los alibustres permitían ver,  con cierta dificultad, el jardín  vecino. Enfrascado como iba en esos pensamientos , se paró justo cuando tropezó con las puntas de las ramas más salientes. Cuando iba a retornar, se paró en seco. En el jardín de al lado, al borde de la piscina, muy cerca de donde él se hallaba, vio  un cuerpo de mujer. Tendido sobre una toalla azul, con la cabeza sobre sus brazos que se entrecruzaban debajo de su rostro. Recordó que ese cuerpo escultural que desprendía destellos de luz al besarlo el sol,  y que el solo verlo despertaba toda clase de sensaciones,  tal cual, él lo había visto en sueños. Aquel cuerpo que tomaba el sol al otro lado de la valla, lo había tenido en sus brazos la pasada noche. Así la encontró en la orilla del río. Estaba en la misma posición que tiene ahora al lado de la piscina..La única diferencia está en la toalla sobre la que se tiende. En el río, en vez de toalla, era un lecho  de mirto que resaltaba aún más el dorado color de su piel. El subía por la orilla del río y al rebasar un macizo de arbustos que había entre dos prados, casi se tropezó con ella.  Tumbada con la cara entre las aromáticas ramas de mirto. Su rubia cabellera recogida en un sencillo moño para que no impidiera que el sol accediese a la piel. Sus redondeados hombros hacían adivinar un armónico seno que, para confirmar la presunción, parte de sus redondeadas formas asomaban por los laterales de su busto. El conjunto de espalda, cintura y caderas, semejaban un reloj de arena en posición de reposo.  Una mini braguita, cuya presencia se perdía entre las redondeadas  nalgas, era el único objeto extraño en aquella adorable figura que solazaba sobre una cuidadosa cama de aromáticas hojas a la orilla del río. Las piernas semejaban  un semicerrado compás que le daba un plus de excitante erotismo a la bella figura que allí estaba tendida. No quiso  aproximarse más. Temía romper el encanto de aquella estampa bucólica que la fortuna le regalaba.  El tiempo se detuvo para él.No supo cuánto permanecieron sus pies sin moverse del sitio. Aquella visión le producía éxtasis. Desearía eternizarla. Lo hizo retornar  del estado idílico ella, al darse la  vuelta. Cuando la joven  se encontró con el curioso individuo que la observaba, ni se inmutó. Al contrario de lo que él temía que ocurriera. En su rostro asomó una sonrisa de complicidad al contemplar la cara de admiración que el joven ofrecía. Y fue ella la que rompió el silencio con un saludo de normalidad absoluta,  al que él correspondió bastante nervioso. Posiblemente la situación que se creó, colocando  como dueña de la escena a la joven, le favoreció a él. Ejerciendo de anfitriona, con un gesto, le invitó a que tomara asiento a su lado, mientras ella se colocaba la parte superior del bikini. Cuando él accedió a la gentil invitación, le tendió la mano para que se acercara un poco más. El obedeció al momento. En el diálogo no había palabras. Hablaban los gestos. Los sentimientos se adueñaron de  todo, hasta de su propia identidad. Los espacios se abrieron hasta lo infinito. Perdió la noción del tiempo sumergiéndose en una realidad nunca pensada. La luz dió paso a la tenue y acariciante penumbra y un hálito divino se adueñó de su ser.

Como un trueno que despierta la natualeza dormida, sonó aquella voz de hombre. La bella del jardín respondió a quien reclamaba su presencia desde la casa.

Se rompió el hechizo. El procuró su toalla. Cubrió su desnudez.

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