ONCE DAMAS CON ANGEL

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En los relatos que escribiré estos días, voy a ser un poco anárquico en lo que a fechas y aconteceres se refiere. Ello no obsta para que todo lo que intente contar, tenga una correlacción que los identique.

Una vez más pido disculpas por haber hecho navegar en barco, la fotografía. Yo lo hice en avión y por ese motivo, ella llegó un poco más tarde. Pero, como dijo el arriero:…….Lo importante es llegar

Después de un viaje con muy pocas incidencias, el Avión que nos trasladó desde Barajas a Helsinki, tomó tierra de manera magistral. Como mandan los cánones más ortodoxos, aterrizó,  tocando pista, con los tres puntos de apoyo a la vez. Osea, todas las ruedas del tren de aterrizaje se apoyaron, al mismo tiempo, sobre la pista de recepción. Como es habitual, el pasaje obsequió, al hábil Comandante, con una cerrada y merecida ovación. Es el momento que aprovechan las personas que realizan el vuelo, para mostrar su satisfacción, el placer de abandonar un lugar que le merece poca o ninguna confianza. Sobre todo por el desconocimiento que se tiene de tal medio de transporte. Está ampliamente contrastado que es el más seguro y el que tiene menos incidencias negativas.

Ya en las instalaciones portuarias, en uno de los momentos, me encontré de frente con una joven dama que, al cederle el paso me regaló una bella y luminosa sonrisa. Gesto que agradecí como se merecía. Mi reconocimiento no le fue ajeno a la simpática señora que me reiteró su agradecimiento de forma más expresiva. Una vez cumplimentados los incómodos trámites aduaneros, en autobuses nos trasladaron al puerto marítimo de la Capital Finlandesa,  donde nos esperaba el buque Monarch  en el que navegaríamos hasta San Petersburgo. Ya en el confortable barco, volví a encontrar, en una de sus instalaciones, la Dama de la Bella Sonrisa, pero esta vez, ya no iba sola, sino que  formaba parte de un grupo de jóvenes señoras que hablaban y reían, llenando de vitalidad los ambientes por donde discurrían. De alguna manera con estos encuentros, fortuitos siempre, se fue cimentando una incipiente amistad que se hizo extensiva a  todo el grupo. En un barco, por grande que éste sea, no es difícil encontrarse las mismas personas, en cuanto se muevan un poco por sus instalaciones. Su jovialidad, sus ganas de pasárselo bien y su desbordante simpatía, las encantadoras damas esparcían vida por donde quiera que pasaran. Casi siempre iban juntas y de la misma forma participaban en la vida activa del Crucero. Para mi placer, en el comedor,  coincidimos en mesas contiguas y ello contribuía a que nuestra comunicación fuera más fluida. Una anécdota simpática, sobre todo por el sentido de humor, que demostraron  las jóvenes, lo produjo el hecho de que, un señor que ocupaba en el refectorio la mesa de al lado, al levantarse de su asiento, chocó con un camarero que, en esos instantes, les  servía unas copas de cava. El sabroso líquido, en vez de ir a donde estaba destinado, cayó en los vestidos de dos de nuestras encantadoras viajeras. Era cena de gala. Vestían con sus mejores prendas. Ningún gesto agrio ante el imprevisto incidente. Todo lo contrario. Risas, alegría y amables disculpas al compungido camarero que ninguna culpa tuvo en el incidente. No así el anónimo protagonista del acto, quien, sin disculparse de forma alguna, por el desaguisado producido, se fue a donde tenía pensado hacerlo, sin, ni siquiera, entonar un sencillo “Usted perdone”. Como diría el torero “Hay gente pa to”

Compartí, con el alegre grupo, momentos muy simpáticos. Bailamos juntos en la pista. Departimos en el comedor. Tomamos unos tragos en diferentes barras. Visitamos lugares paradigmáticos en nuestras excursiones y en donde quiera que nos cruzásemos, siempre afloraba una sonrisa a sus bellos y luminosos rostros.

Si yo tuviera un mínimo de capacidad para decidir algo en Orihuela, lo primero que haría es nombrar, por orden alfa´betico a Antonia, Asun, Eloisa, Inma, Joaquina, Judhi,  Liberia, Marga, María Dolores, María Jesús y Victoria como abanderadas de la simpatía y de las ganas de vivir que derrochan laas once hijas de tan bella localidad Mediterránea.

Desde este rincón muy amado de mi verde tierra gallega, os mando queridas Oriolanas mi reconocimiento, mi agradecimiento, mi simpatía, mi cariño y el firme deseo de que el Dios, en el que creo, os colme a todas y también a vuestros seres queridos, de toda clase de bendiciones. Mientras este viejo corazón, que cada día se enamora más de la vida y de todo lo bello que en ella hay, os tiene reservado uno de sus más íntimos rincones que, por derecho, ya os pertenece.

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