Ignoro las causas, pero este año, al contrario que el pasado, la fruta no ha cuajado como era de esperar. No hubo inclemencias del tiempo que motivaran razones suficientes para que los árboles frutales que llegaron a estar muy poblados de flores, no dieran, apenas frutos. De ahí que la poca que hay, cada uno la cuida con un esmero exquisito. Es el caso de mi vecino Severino que tiene un cerezo que da unas cerezas muy sabrosas pero este año apenas tiene. En varias ocasiones vi cómo Pico Amarillo, acompañado de su compañera y seguido de toda su prole, se posaban en el cerezo de ´Severino con aviesas intenciones. Mi vecino, que está esperando que el fruto esté a punto, se da cuenta de la invasión de los parajarillos y los espanta con aspavientos y gritos para que se vayan. Pero al momento están de vuelta. Harto Severino del poco caso que le hacen los golosos pajarillos, agarró su escopeta de aire comprimido y se apostó detrás de un rosal que hay al lado del cerezo que atacan Pico Amarillo y su gente. La intención del dueño del cerezo, se ve bien a las claras, cuál es. Y no dudo que la hubiera llevado a la práctica si, con un oportunismo nada buscado, yo no hubiera aparecido por allí. Cuando Severino me vió, bajó el arma y me dijo con aire muy enfadado, que los dichosos pájaros le estaban dejando el árbol sin una cereza, estando como estaban aún, sin madurar.. Que estaba dispuesto a todo. Con una sabiduría, en nada emanada de mi cerebro, sino del Seráfico Francuisco de Asís, Hermano de todos los animales, hasta del lobo, convencí a mi buen vecino quue tuviera paciencia. Que yo le regalaría un par de kilos de picotas, que eran muchas más que las que podía dar su esquilamdo cerezo. Me costó algo más de tiempo convencerlo, pero al fin guardó su escopetilla de aire comprimido y mis amigos podrán seguir comiendo las cerezas del vecino. Ellos nunca sabrán que su trino en el crudo invierno, desde lo alto del roble y sus continuas visitas al comedero de la ventana, dando sentido a momentos de mi soledad y otras cosas lindas que me regalan, hoy han tenido una compensación evitando algo irremediable, por parte de un vecino ofendido. La vida, sin saberlo muchas veces, es un continuo toma y daca.