CANARIAS ES BELLA SOBRE TODO POR SUS GENTES

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Hay quien lo dice y muchas veces lo he sufrido en mis propias carnes, que las esperas en los Aeropuertos son insoportables. Hoy tengo la obligación de hacer una pequeña, pero rotunda salvedad. Las esperas son aburridas y anodinas porque las personas hacemos que así sean. Intentaré razonar mi antagónica afirmación. Normalmente las esperas son, verdaderamente aburridas. Ya lo dice el adagio popular :»Esperar y no venir- querer a quien no me quiera- Acostarse y no dormir- ¿Cual será la mayor pena? No, no voy en contra de la sabia corriente del pueblo, sin embargo datos tengo y muchos, que avalan mi teoría sobre la manera de hacer menos tediosos esos momentos en las salas de espera.Echándole un poco de comedida y educada osadía, me he fotografiado con bellas azafatas. Hice entrevistas para un hipotético periódico, a futuras reinas de la belleza de ciudades, regiones o naciones. Etc. etc.. El caso que nos ocupa, no se parece en nada a ninguno de los enumerados. Al banco en el que yo me hallaba escribiendo algo para aprovechar el tiempo, ese tesoro que nos pertenece y que tan mal gastamos, se acercaron dos señores, cargados con lo que, en apariencia, eran instrumentos musicales. Aparté mi mochila para que tomaran asiento e inmediatamente, con educación, pregunté si eran músicos. Ellos contestaron muy educadamente con alguna frase un tanto ambigua. Pero lo importante estaba conseguido. Se había entablado una conversación entre tres personas que hacía unos momentos, en lo que a mí respeta, me eran desconocidas. El resultado es que Neris, así se llamaba el señor del bigote, desenfundó su acordeón y comenzó a interpretar una canción canaria. Lo hacía con tanta sabiduría y ternura que yo, no tuve por menos que decirle que a mí me daba la sensación de que, en lugar de comprimir las teclas de su instrumento, las acariciaba. De ahí que sonaran tan bien. Le gustó mi reconocimiento.  Nos volvimos a encontrar en diferentes lugares. Se estableció una coriente de simpatía que nos permitió compartir momentos muy agradables. Alvaro, el compañero de Neris, dejó su proverbial seridad y participó en nuestras reuniones, haciéndolas aún más amenas. Conocí un poco mejor el carácter canario y a mi buen concepto sobre ellos, le añadí unos cuantos enteros. Sana y buena gente los habitantes de las, con pleno derecho, llamadas Islas Afortunadas. Por ellas mismas y, sobre todo, por las personas que las pueblan

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