Sí, es cierto, estoy convencido que el principal y hasta podría decir único motivo que me obliga a caminar, es el egoísmo. Cuando me hago el propósito de salir a recorrer los más o menos 10 Kilómetros de cada día, reniego de todo, hasta que me digo «Vamos a ver ¿quieres seguir sintiéndote como te sientes o prefieres estar en una silla o en un sofá hecho una piltrafa»? La respuesta no se hace esperar. El egoísmo de encontrarme ágil y gozando de una buena salud, es el motor que me impulsa a recorrer caminos y veredas y trochas, entre la rica y variopinta floresta gallega, donde el oxígeno llena mis pulmones de aire fresco y renovado. Pero es cierto, hasta que rompes la inercia de la comodidad de estar sentado o tumbado, tienes que buscar una razón muy poderosa para que le gane. Inmediatamente se presenta ese amor desmesurado hacia uno mismo que te empuja, sin piedad ni consideración, para que le sigas manteniendo en plena forma. Y no se rompe la inercia solo en el momento de lanzarte. Aún tiene que él seguir motivándote para que camines los 200 ó 300 primeros metros. Después, no. A partir de ahí el cuerpo te pide más y más y si no le das la ración habitual e incluso un poco más, no se encuentra satisfecho.
No soy de los convencidos que todo en la vida es relativo, sin embargo me rindo a la evidencia que el valor del egoísmo, sí es relativo. Sería impensable que fuera el autor de una acción buena en el ser humano. Yo le encontré una que utilizo y que la considero muy positiva. Fomentar el EGOISMO de caminar para sentirme mejor. Si teneis alguna duda, iniciaoos en ello, y comprobareis que, por esta vez, tengo razón.