MORIR DE AMOR

20170319_194805.jpgCuando de amor se trata, se vierten toda clase de hipótesis. Se ha dicho y algunos lo defienden hasta la saciedad, que de amor nadie muere. Otros, sin embargo ponen sobre la palestra de la vida, pruebas irrefutables de gentes que no soportaron la desaparición del ser amado. No tengo capacidad ni deseo tenerla, para defender una u otra tésis. Me limitaré a contar lo que me ocurrió en el día de hoy.

Estamos en los finales de los días invernales y la primavera comienza a dar señales de vida. Lo hace de las más diferentes manifestaciones. Pasaré por alto muchas de ellas y me centraré en la que da sentido al título de mi escrito de hoy. Como digo, una de las expresiones más bellas de la proximidad de la estación del año en que la naturaleza eclosiona, es el apareamiento de los pajarillos y de las aves. Ya en el mes de Febrero, comienzan a juntarse para formar una familia que mantenga la procreación en su proceso evolutivo. Ya conoceis, os lo he ido relatando con alguna frecuencia, que mis amigos Pico Amarillo y Papo Rubio, se enfadan conmigo cuando me ausento de Os Cotiños. Por más que les dejo alimento y cuando regreso, incluso intento mejorar la oferta, ellos mantienen su actitud y me castigan ausentándose a, ignoro que parajes, y cuando les parece, vienen de nuevo a compartir conmigo momentos maravillosos. Hace unos días encontré a la pareja de Papo Rubio muerta. Ignoro las causas que lo motivaron. Papo Rubio estuvo unos días sin venir a cantar a mi ventana ni comer donde les pongo su grano. Luego volvió, pero nunca con la alegría que lo hacía cuando eran ambos los que compartían esos momentos. Incluso, cuando la primavera pasada crearon una familia numerosa, venían todos a disfrutar del ágape que saboreaban en el alfeizar de mi ventana. Pero, como digo, desde la muerte de su compañera, Papo Rubio perdió aquel trinar que alegraba mi despertar y el repicar en el cristal de mi ventana, cuando la alegría le embargaba. Yo lo comprendía y sin que él lo supiera, me solidarizaba con su actitud. Le sucedía lo mismo que a mí, cuando perdí a mi Compañera. Solo físicamente, pero se me fue. Y sentía sus lágrimas, sin verlas porque tampoco la gente veía las mías. Porque ese llanto, llora hacia adentro. Y solo quien lo sufre conoce su existir. Uno y otro día le observaba y su dolor era mi dolor. Ambos compartíamos los mismos sentimientos por la ausencia de nuestras Amadas. Hoy, por la tarde, me asomé a mi ventana y vi a Papo Rubio en una posición totalmente desconocida. Quise saber la razón. Tomando toda clase de precauciones, me aproximé hasta dónde él se encontraba. No intentó huir. Lo tomé entre mis manos y sentí que su corazoncito latía  con tal rapidez que apenas había espacio entre uno y otro impulso.20170319_194835.jpg Lo deposité en el suelo, para ver si reaccionaba. No realizó ningún intento de volar. Lo recogí y me introduje dentro de casa. Improvisé un lecho de algodón y comencé a darle fricciones en donde sentía latir aquel descontrolado y diminuto corazón. Así estuve bastantes minutos. De nada sirvieron mis cuidados y mi desesperada intención de volver a la vida al entrañable amigo que cada mañana alegraba mi despertar con sus armoniosos trinos. Con ojos humedecidos y un nudo en la garganta, mi vista se perdió por los montes en busca de un frescor que combatiera la angustia que apretaba mi pecho y me impedía el libre respirar. Sin darme cuenta, fijé mi vista en el lugar donde descubrí a Papo Rubio, momentos antes y caí en la cuenta que era justo el lugar donde encontré a su amada inerte, sin vida. Allí mismo estaba ella, debajo de donde se encontraba mi vistoso pajrillo. 20170319_210527.jpg Después de convencerme de la inutilidad de mis intentos de volverlo a la vida, lo envolví en un paño blanco y le enterré, justo al lado de donde estaba su amada. Toda una eternidad los unía y seguro que en un lugar privilegiado del cielo, el Sumo Poeta les hará un lugar para que compitan con los coros celestiales entonando los más bellos cantos de amor jamás soñados. Mi amiguito, murió de amor. No quiso que ninguna otra hembra ocupara el lugar del que fue dueña y señora su amada. Confío y espero que alguno de sus hijos, cuando vea el lugar libre que dejaron sus padres, lo tomen como suyo y alguien de los Papo Rubio, siga repicoteando en mi ventana cada amanecer y coma en mi alféizar la comida que yo les proveeré.dibujofff20170319_210527.jpg

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