A los pocos días de aparecer muerta la Compañera de Papo Rubio, él y yo tuvimos un encuentro al atardecer. Yo estaba sumido en mis pensamientos íntimos que afloran a esas horas del día. Mientras meditaba, iba apilando la leña que debe estar seca para el próximo invierno. Ta ensimismado me hallaba que no me dí cuenta de la presencia de Papo Rubio apostado en una rama baja del viejo roble. Cuando escuché sus trinos levanté la mirada y allí estaba él. Al verlo me dí cuenta que durante algún tiempo mi subconsciente percibía un sonido que no llegó a sacarme totalmente de mis pensamientos. Al verlo, le pedí disculpas y le invité a tener unos momentos de conversación. El lo aceptó encantado. Se le notaba necesitado de encontrar alguien con quien compartir los malos momentos que estaba viviendo. ¿Sabría él que yo era el compañero ideal con quien compartir esas reflexiones? Le dejé que fuera él quien primero expresara sus sentimientos. Con trinos que en nada se parecen a los que cada mañana entonaba en el alféizar de mi ventana, mientras picoteaba el cristal, me hacía partícipe de su soledad. Me decía que había perdido una Compañera con la que había compartido etapas tan bellas e ilusionantes que dieron como resultado la crianza de una prole que cuidaron con todo el cariño hasta que les enseñaron a valerse por sí solos.
Ese fue el resultado, pero hasta llegar a ese momento, ambos se ayudaron a construir su casa. Soportaron fríos y calores. Llevaron en sus picos, miles de hierbas hasta hacer realidad un nido de amor, digno donde ella depositó sus huevos que los dos cuidaron con todo esmero para que llegaran a contribuir a su razón de ser, procrear. Y ahora, ahora, cuando los dos podrían compartir el placer de contemplar a sus polluelos volar por doquier y formar sus familias, ella, ya no está. Hasta llegar aquí, sus trinos se entrecortan y, a veces apenas los escucho. Se calla. Espera que yo le dé una respuesta que justifique , si se puede justificar, el porqué de todo ello. Hay un silencio que ambos respetamos. El sabe que yo le voy a contestar. Sabe que lo haré porque no hace sino poner su cabecita de medio lado para percibir mejor mis razonamientos. Lo tengo muy fácil. Empiezo sin ambages. Querido amigo, no me descubres nada nuevo. Todas esas preguntas y muchas más, me las hice yo hace ya más de once años. Tú me lo preguntas a mí que soy infinitamente limitado. Yo se lo pregunté al que todo lo sabe. Le pregunté una y cien mil veces. Más te digo, querido Papo Rubio, me ofrecí para que el inmolado fuera yo y no ella. No te imaginas cuánto de sinceridad había en mi demanda, en mi solicitud de intercambio. De nada me sirvió. ¿Qué cuál fue su respuesta? Que no la tendré en el transcurso de mi vivir, se me dará un momento después de mis últimos instantes de mi etapa terrenal. No, no fue el silencio lo que se me ofreció. El tiene siempre la respuesta justa. Eso sí, la escucharemos, tu y yo, querido amigo, en el momento justo.
Querido Papo Rubio, no quería desvelar nuestras intimidades. No tengo yo autoridad para adueñarme de cuitas que solo a tí y a mí nos pertenecen. Tu ya debes saber la respuesta, ya estás con tu amada y ella conoce el porqué. Eso me concede la potestad de hacer publica nuestra conversación, la que, en honor a tí y tu dolor, brindo a los infinitos espacios y la deposito en manos de la suave brisa de este atardecer abrileño, que has enriquecido con tus recuerdos. Algún día, que solo conoce el Omnisciente, yo también tendré la respuesta a tantas y tantas preguntas que a lo largo de mi vida le he formulado. Siempre me encontré con la misma respuesta. El no se esconde, siempre contesta. Por incomprensibles que te parezcan siempre tiene sus respuestas, Nunca se calla. No te pares, sigue, en algún momento lo comprenderás. Eso sí, no sabes cuándo. He ahí el dilema.
Ah, querido Papo Rubio, me complace hacerte saber que uno de tus hijos viene cada día a realizar lo mismo que tú hacías, cuando te acercabas a mi ventana, en los amaneceres, y picoteabas en los cristales hasta despertarme. Eso sí, e mucho más tragón que tú. Además, le gusta mucho el arroz y si es cocido, tanto mejor.