Os dejaba anoche cuando le estaba preparando una casa a mi gallina negra, que su dueña había echado al monte para que el zorro se la comiera, porque no ponía huevos. Bueno, ya estoy aquí. Por más que pienso, no acabo de encontrar un nombre que encaje con mi nueva pupila. Estoy convencido que durante el tiempo que invierta en escribir este comentario, se me ocurra alguno que defina a mi singular y unifamiliar «grupo» avícola. Tengo que reconocer mi satisfacción por haberla incorporado a mi peculiar habitat zoológico. Es muy educada y muy correcta. Cuando me acerco al jardín que rodea el palacio donde vive, está calladita, picoteando hierba o grano, según hora y apetencia. Le hablo bajito para comprobar sus cualidades auditivas y ella, en un lenguaje que todavía no acabo de interpretar, me contesta muy suave y muy quedito, también. Eso sí, me contesta siempre. Y si está en alguno de los rincones de su particular pradera ajardinada, al mismo tiempo que corresponde a mi saludo, se acerca a donde yo estoy. Si me callo, ella también lo hace.
Lleva, apenas tres días y ya cambió el plumaje. Como hace mucho frío y camina por un piso húmedo, no es posible que ponga huevos. Recuerdo que mi mamá, siempre lo decía: «Si las gallinas se mojan las patas, no ponen huevos». Pero estoy seguro que en cuanto el frío remita un poco, me premiará con un sabroso manjar que gustoso comeré a la salud de todos. Como ese momento me hace mucha ilusión que llegue, por qué no le llamamos a mi gallina negra…No, el nombre que se me había ocurrido no me gusta. Una de sus peculiaridades es la cresta muy pequeña. ¿Qué os parece se la llamamos «CRESTITA»? Pues a falta de una mejor idea por mi parte, la llamaremos así, Crestita. Si alguien tiene un nombre que se ajuste más a nuestra, desde ya familiar Gallina, que lo diga y lo sometemos al criterio de quien quiera opinar. No os imagináis lo ilusionado que estoy, que me ponga el primer huevo. Cuando lo haga, si lo hace, pienso llevárselo a mi vecina, para darle un poco de envidia. Bueno, o para que se lo coma ella. Hasta que llegue ese día aún se me ocurriráncosas. Seguro que de mi Crestita, aprenderé lecciones qeu no soñaba pudieran suceder en la vida que comparten los seres llamados, a veces erróneamente, racionales y los otros. Tiempo al tiempo. Solo hace falta saber escuchar y observar lo que hacen los demás.