Buenas noches Mamá. Hoy he salido algo tarde a dar mi cotidiano paseo. Estaba anocheciendo. El Sol estaba a punto de echarse en los brazos de su amada La Mar. Le ví sonrosado con adornos dorados que le hacían estar más elegante. Me daba la impresión que se estaba poniendo ese vestuario para que su enamorada lo recibiera con más ternura o con más ilusión de tenerlo en sus brazos. Lo contemplé y no pude menos que sonreír, Mamá. Luego continué mi camino para completar el recorrido diario que necesito para mantener mi estado de forma, como me manda el cardiólogo. Cuando llegué a la fuente Nugalla, me paré y si vieras con qué fuerza echa hoy el agua, te reirías. Yo lo hice al recordar cuando me mandabas con la jofaina para lavarme la cara y tardaba un montón de tiempo, por lo poco que ella echaba. Ha llovido tanto que salle como no te puedes imaginar. Estuve un buen rato viéndola y recordándote. Mamá, miraLuego seguí mi camino y, cuando me encontré en lo alto de la escalera que baja hasta la Fuente de Brais, no pude sustraerme a la tentación de bajar a beber de su caño. ¿Sabes por qué, verdad? Cuando en casa teníamos dos, tres o cuatro vacas dando leche, Mamá, tú hacías papas para todos (Las papas son el producto de mezclar leche, harina y algún endulzante). Cuando había una sola vaca que estuviera en condiciones de ser ordeñada, aunque diera poca leche, también había papas para todos. Mamá, siempre te preguntábamos, cómo era posible aquello. Tú, nunca nos contestabas. Te sonreías y nosotros al verte sonreír nos olvidábamos de la pregunta. Pero un día Luzdivina se puso un poco pesada y tú terminaste por contestarle: –Hija mía, en la fuente de Brais está la respuesta.
La contemplé un buen rato. Te recordé. Me sonreí acordándome de tu sonrisa, eché un buen trago, por cierto está muy fresca y riquísima, y continué haciendo camino. Seguimos hablando, Mamá.