CÓMO PODRÍA YO, NO ESTAR ENAMORADO DE LA VIDA?
VISTA DE UNA PEQUEÑA PARTE DE MÉXICO, DESDE 11.000 METROS DE ALTURA
Aunque fuera yo el egoista más depravado engendrado en vientre de mujer, no podría por menos que estar enamorado de la vida con toda mi alma, por todo lo que ella, la vida me regala. Escribo este breve artículo desde la nación hermana, República de México donde acabo de llegar para presentar mi obra literaria a las gentes que las quieran conocer y muy particularmente, a mis hermanos gallegos, de manera especial a los hijos de nuestra tierra orensana que los vio nacer y que hoy, por mor del destino, residen en esta nación hermana, a la que, además de su cariño le ofrecen su voluntad, inteligencia y capacidad de trabajo, contribuyendo con ello a su engrandecimiento y ella, en justa recompensa, los reconforta con una vida de mayor calidad. Escuchando a unos y a otros, es difícil saber dónde nació cada uno de ellos por los sentimientos de afectos que los unen. Si será de justicia mi agradecimiento a la vida que nada más pisar tierra en la Capital Azteca y cumplir con los rutinarios controles aduaneros, a las 4,50 de la mañana, nos esperaba en la puerta de salida, Don Florencio Gulías Barros, el mismísimo Presidente del Centro Gallego de la Ciudad de México y su colaborador en los quehaceres que conlleva su trabajo en el Centro, el Sr. Ferradás. En su vehículo nos trasladó a un hotel de su propiedad brindándonos hospedaje gratuito, durante toda nuestra estancia,
en este maravilloso país A su gesto de caballero y gran persona tengo que unir la impagable recepción que nos hizo Doña Rosa Lamas Ogando (Rosiña para los que la
queremos) y su esposo, reconocido y cotizado Arquitecto Don Juan Gandarela Vecoña, quien dejando sus profesionales obligaciones, ambos los dos, nos llevaron a visitar lugares emblemáticos, tanto en la misma ciudad como en sus proximidades. Tanto al Sr. Gulías como al matrimonio Gandarela-Lamas vaya nuestro más profundo
agradecimiento, el mío y el de mi eficiente e incansable Manager, Ana Rodriguez Muradás. En sucesivos días iremos testimoniando nuestro agradecimiento a todas las personas que nos demuestran su afecto sincero que agradecemos de todo corazón.
Estoy totalmente convencido que se han percatado mis entrañables lectores, que no cito ningún nombre de los maravillosos lugares visitados. Es sencillamente porque aún no me los he aprendido por su compleja denominación, pero estoy en ello.