Una vez más, mis hijos me hicieron un delicioso regalo: Un Concierto en el Auditorio Nacional. La Orquesta Clásica Santa Cecilia acompañada de la Sociedad Coral Excelencia de Madrid, con sus maravillosas voces nos regalaron una noche de ensueño.
Comenzaron interpretando la MISA Nº 2 en Sol Mayor D. 167 de SCHUBERT y a continuación el REQUIEM de MOZART. Si la primera parte fue un regalo impagable para deleite de los sentidos más exigentes, la segunda, no encuentro palabras en mi léxico para calificarla. En primer plano, el Director hacía de puente para caminar desde la sabiduría creadora de los autores a la maravillosa interpretación que, de tan sublimes obras realizaban, Orquesta y la Coral.
No me extenderé en relatar los placeres que me fueron dados en las poco más de dos horas que duró el Concierto, porque todavía sigo y seguiré por mucho tiempo, disfrutando a plenitud de todo lo visto y escuchado.
Momentos así, hacen que la vida alcance dimensiones rozando lo infinito.Cuando abandoné el Auditorio y el bello rostro que preside la plaza me miró, manteniendo su mayestática actitud, al ver la felicidad que se reflejaba en mi rostro, no pudo evitar una sonrisa de complacencia. Fue el broche de oro para culminar una noche de ensueño, la bellísima sonrisa del rostro pétreo de una Diosa.
Reitero, momentos así, son los que dan al vivir dimensiones infinitas.