Buenas tardes: Desde hoy puede que me haga algo pesado, pero como mis encantadores, hombres y mujeres, mujeres y hombres, que tienen la inmensa paciencia de leerme, pueden escoger el hacerlo o no, esto último confío que no suceda, me daría mucho dolor perder a una sola persona de las que comparte conmigo esta bella etapa de mi vida, digo que tienen alternativa, a partir de hoy les voy contar, en principio el devenir de los peregrinos que hacen el Camino de la Geira y de los Arrieiros, Braga Santiago y a partir del diecisiete, les narraré mis aventuras y desventuras haciéndolo yo con mi hija mayor, Beatriz y mis únicas dos nietas Beatriz e Irene. Todos los demás, siete, son varones.
Hoy quiero hacer un breve comentario sobre los últimos Peregrinos que pasaron por estos pagos.
Hace tres días lo hicieron dos encantadoras damas portuguesas, de la comarca de Aveiro. Ellas dejaron tras de sí una estela imborrable de simpatía, buenos modos, educación y respeto a todo lo que vieron y vivieron, de todo punto encomiable. A su desbordante simpatía, digo, añadieron una alegría que contagiaba a todos los que tuvimos la fortuna de compartir esos momentos en su compañía. Con esas virtudes que las enaltecen transpiraban una espiritualidad contagiosa que seguro Santiago percibió.
Quién diría que estas encantadoras damas llevan sobre sus piernas el caminar de 240 kilómetros por un Camino que, es justicia reconocer, exige mucho esfuerzo. Lo compensa su belleza en paisajes , ríos y todo lo que lo hace grande. Después del duro caminar, menester era un refrigerio con una anfitriona incomparable, Ana Rodriguez Muradás, quien las esperaba para compartir con ellas el refrigerio que estoy seguro supieron elegir y fue de su completo agrado.
Si el paso de las sonrientes damas nos inundó de simpatía y estilo de personas, en el día de hoy, no fue de menor calidad, de buenos modos y exquisita educación, de tres caballeros Peregrinos que a su paso dejan huella de señorío portugués. ¿por qué lo digo?
Tres hombres con sus correspondientes herramientas estaban acondicionando el Camino, cuando me acerqué a ellos, lo primero que me dijeron fue: «Han pasado tres Peregrinos, los tres nos saludaron y nos dieron las gracias por lo que estábamos haciendo. Muy educados, por cierto» Esto me dijo uno de los trabajadores y los otros dos asintieron: «educados por cierto».
Por si ello no fuera bastante, una vez llegué, en mis caminatas al Bar Centro, la dueña, me corroboró la calidad humana de los tres Peregrinos que hicieron un alto para tomar un refrigerio. Mas, no para ahí la cosa. Me dieron a leer lo que los tres caminantes portugueses expresaron en los escritos que dejaron en el Libro del Peregrino, ratifican al cien por cien, todo y más de lo vertido en estas pobres líneas. Gracias por todo ello.
BUEN CAMINO, cordón umbilical que nos une para siempre en el espíritu Santiagués.