Hoy, la esposa de mi sobrino Roldán, o sea mi sobrina Adriana me ha hecho unos obsequios que le agradezco como se agradece lo que se remite de corazón a corazón. El regalo puede parecer insignificante en su contenido, pero eso no es exactamente lo que para mí significa. Lo que mi entrañable sobrina me remitió, fueron dos fotografías de mi hermano Benito. Benito es, y digo es porque las personas que perduran en mi recuerdo y en mi corazón, jamás mueren, dejó este mundo hace tres años. Escogió Brasil para hacerlo, de ahí este reencuentro con algunas de sus vivencias. Él es el que aparece en la fotografía que encabeza este pequeño escrito.
Es muy difícil para mí escribir lo que quisiera, porque dos fuerzas totalmente opuestas se encuentran y a ninguna quisiera ver derrotada. Me explicaré: De plano se me ocurriría decir: maldita la hora que mi hermano tomó la decisión de marchar para Brasil y dejar a mi madre huérfana de dos de sus hijos. Uno acababa de fallecer en Venezuela y el otro se embarcaba para otros mundos. El sufrimiento de nuestra madre es indescriptible, como fácilmente se puede comprender. Con el añadido de que Benito era el amor, no solo de la familia, sino de toda la vecindad. Todas las madres quisieran tener un Benito en su familia. Como detalle anecdótico, baste con decir que nosotros, él y yo dormíamos en la misma cama. Nuestra madre en la habitación contigua. En pleno sueño, si mamá emitía un suspiro, era suficiente para que mi hermano saltara de la cama y fuera ver si le sucedía algo anormal. Era un amor. Y ese Benito se marcha. La razón ya la contaba en uno de mis libros. Para mí, mi hermano Benito era mi icono, mi ejemplo a imitar en todos los órdenes, aún hoy, setenta años después me sirve de orientación en muchas cosas. Pero mis lamentaciones sobre el dolor de nuestra madre y el nuestro propio, se ve
compensado con el legado que no hace dejando su impronta en su hijo Roldán y en la bella y encantadora mujer que escogió como esposa, Adriana. Ya sé que mamá no gozó de ellos y su padecer no tuvo límites, ni el de sus hermanos, sin embargo, hoy reconocemos que su huella, su bondad, su amor a la familia, lo legó en estos dos jóvenes cuya presencia nos llena de felicidad. Un motivo más para bendecir la hora en que el Destino nos eligió para compartir sensaciones, amores y recuerdos con personas así.