Así es. Esta mañana me desperté con una entrevista en la radio que me hizo tomar conciencia de mí mismo y avergonzarme de mi actitud. Ya sabéis, os lo he comunicado por todos los tiempos de los verbos, que hace dos meses y siete días, me rompí el tendón de Aquiles. Los que habéis padecido algo semejante que os haya obligado a depender de los demás para muchas cosas, me comprenderéis mejor. Los que no lo hayáis sufrido, os deseo que nunca os pase. Estoy cuidado, ¿cuidado digo?, no, estoy mimado para que nada me falte ni tenga que hacer ningún movimiento que me incomode, sin embargo me quejo, porque me dejo llevar de mi estupidez. Esta mañana sufrí bofetadas de todas las identidades y en todos los puntos de mi sensibilidad. Al encender la radio, compañera inseparable en muchos momentos de mi vida, estaban entrevistando a Davide Morana. Davide es un joven que vive en Murcia y hace dos años por culpa de una enfermedad que pensaron que era un simple catarro y luego resultó ser una meningitis, le amputaron los cuatro miembros. Sí, las manos y las piernas. Durante la entrevista, emitida por radio, yo captaba su sonrisa, su ilusión de vivir y las ganas infinitas de transmitir al mundo su agradecimiento por haberle ayudado alcanzar una vida más plena. La razón es bien sencilla, en su decir. Con lo que algunos consideran una desgracia, a mí me dió la oportunidad de conocer una ingente cantidad de personas que de otra manera seguro que no hubiera conocido. La generosidad de muchísimas personas que, sin conocerme, han propiciado que yo, hoy, me desenvuelva con toda normalidad. Enamorado de la vida en todas sus facetas. Y como el amor, cuanto más se da más se tiene, a su novia se lo entrega a cantidades inmedibles. Cuando escuché a Davide, repito, me avergoncé y en lo más profundo de mi corazón entoné un cántico de loor y gloria para un joven que con sus cuatro miembros amputados, agradece a la vida todo lo que ella le da y aspira, y estoy convencido que lo conseguirá, ser condecorado con una medalla en los primeros juegos olímpicos en los que participe. Gracias Davide y te aseguro que en este joven de ochenta y cuatro años tienes un admirador incondicional y que lo será todos los días de su vida. Gracias por tu LECCIÓN MAGISTRAL DE VIDA.