EL CAMINANTE: UN CUARTO DE SIGLO.

Hola Dani: Felicitaciones por este cuarto de siglo viviendo en el corazón de los que te queremos. Tristes de nosotros si no pensáramos que después de este breve caminar por esta contaminada tierra, no tuviéramos una eternidad sumergidos en la Luz. Nos sucedería lo mismo que el gran jamón que había detrás de la silla donde tú te sentabas. ¿Te acuerdas de lo grande que era aquel jamón de poco Celta de tres años? Pues ya ves lo que falta para que se agote. Así nos sucedería a nosotros si no hubiera otro mundo sin límite de tiempo. Siempre gozosos y felices en la Luz. Para que te rías un poco te contaré alguna cosilla de tu padre. Ya sabes que se ha jubilado, pues bien, tan jubiloso está que ahora trabaja más que nunca. No para, siempre tiene alguna ocupación, aunque tú y yo sabemos muy bien que algunas son para disimular. Como buen padre os quiere mucho a los tres, pero como tú no lo necesitas, al pobre Juan lo trae de cabeza. Eso es lo que quiere aparentar, porque yo sé muy bien que en Juan viven dos personas, una que se llama Daniel y otra que lleva el mismo nombre que el más joven de los Apóstoles. No hay momento que compartamos sin que tú salgas a colación. Te ponemos como ejemplo de joven valiente, porque lo eres querido amigo. Aunque suene reiterativo, no puedo olvidar aquella vez que le dijiste a tu mamá en un reproche que ella le hizo a la vida: «Mamá, ¿pero tú qué esperas»? Sabías que te ibas a la Luz y eras tú el que nos dabas ánimos a los demás. Eso solo lo hacen las personas grandes de espíritu como tú lo eres. A tu abuelo Alfredo, antes de que se encerrara en casa, por no sé qué motivo, lo encontramos con su perro, por ahí, en medio del monte. Siempre tiene una sonrisa para regalar. ¿Has visto que te digo «encontramos»? Es porque ya no voy solo a caminar, pero eso te lo contaré en otra ocasión. Ah, he tomado tu nombre para un personaje de la próxima novela. El protagonista se llama Daniel Prado López. Es un tío muy valiente y buena persona. Confío que no te enfades. Querido y entrañable amigo, reitero mi felicitación de esos veinticinco años y añado un ruego que confío me concederás: No dejes ni un segundo, de ser mi valedor ante la Luz. Cuando ella me sumerja en Infinito resplandor, quiero estar contigo. Te quiero CAMPEÓN.

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