El color brumoso y apacible del día, invita a dar un paseo por el bosque. El estado de ánimo en el momento que vivimos nos obliga a encontrar en la naturaleza lo que la sociedad nos niega.
Por doquier, el agua, ya sea deslizándose suavemente o peinándose con la naturaleza, huye de la soledad va conformando su destino.
Es la armonía del agua, susurrando caricias lo que deleita nuestros sentidos y nos evade de una realidad insostenible.
Dando sentido al paso del hombre como rey de todo lo creado, el molino, testigo mudo de tantas cuitas.
Huella del recuerdo de un pasado lejano por mor del ritmo de una sociedad que avanza a pasos agigantados, el viejo molino, permanece olvidado viendo cómo el agua compañera de tantos momentos compartidos, pasa por su lado y solo le dice: adiós.
Suave, acariciante, siendo tan sutil en su complexión, hiende montañas, horada roquedales y nada impide su caminar hasta su postrer destino: la mar.
Dando sentido al silencioso comportamiento del bosque, la música del agua aprovecha para hacerse escuchar y exhibir su bello interpretar luciendo sus encantos más espléndidos de colores y formas. Siendo absolutamente variada en sus expresiones, es siempre la misma. El bosque la quiere y le rinde justa pleitesía por su ilimitada generosidad. Es reina y señora, generosa e indomable. Todo ello conforma su infinita grandeza.
Soportando dolencias e insultos, sus deformaciones lo atestiguan, los muros, la mayor obra de cantería que conocieron los siglos, hoy se mantiene firme al compromiso que un día contrajeron.
Los muros, gigantes dormidos a la vera de los caminos, otrora señales imborrables y respetadas por propios y extraños, hoy solo esperan el cariño de su sastre invernal que le confeccione su verde traje para guarecerse contra las gélidas temperaturas de la inmisericorde estación.
Si el arropado de los muros no bastara el bosque alfombra los caminos para que lo podamos saborear.
Caminar por sendas alfombradas, respirar el aire puro que te regala el bosque, me invade un sabor a lo natural que no puedo sino dar gracias al autor de tanta generosidad. Gracias mi Dios.
Pinceladas de arte que el Divino Poeta pone en el bosque para que la insensatez humana lo respete.
Son tan bellas las pinceladas con las que el Creador dibuja el lienzo del bosque, que lo hace inimitable y maravillosamente bello.
Relatos del caminante 