EL CAMINANTE: UNOS BREVES MOMENTOS TOCANDO EL CIELO CON LA YEMA DE LOS DEDOS.

Así es. Ayer estuvimos mi esposa y yo, tocando el cielo con la yema de los dedos, mientras nuestros ojos se deleitaban con la incomparable obra de Mestre Mateo. Está prohibido tomar imágenes y las que circulan por las redes pueden estar sujetas a derechos de autor. No me duele no poder publicar ninguna porque se merecen todo mi respeto. De todos modos el inmenso placer de contemplar no lo puede suplir ninguna imagen impresa. Es la propia visión de las imágenes con sus expresiones que definen su estado anímico reflejo de los sentimientos que transmiten, del dolor que sufren o del placer que experimentan. Ni me atrevo a mencionar la maravillosa labor realizada por los profesionales de la restauración. Sencillamente, no hay en mí palabras capaces de reconocer el ingente, sutil y laborioso trabajo que pusieron al servicio de tan magna obra.

Salimos los dos del Recinto Celestial y nos incorporamos al no menos meritorio ámbito Catedralicio.

Todo en la Catedral Compostelana es grandioso. Estar dentro de la Casa dilecta del Hijo del Trueno es un honor que la capacidad humana es incapaz de agradecer. Siento repetirme, sin embargo tengo que reconocer mis absolutas limitaciones para no alcanzar a decir lo que mi alma piensa cuando me hallo dentro de la casa del Hijo de Zebedeo y Salomé.

Y ¡Cuál no sería mi alegría la que me tenía reservada el Primo de mi Señor Jesús cuando desde el fondo de la nave principal diviso allá, cerca del Altar Mayor dos personas!

Perdona, le digo a mi esposa, uno de aquellos dos hombres ¿No es nuestro entrañable amigo Ramiro? Para salir de dudas hasta ellos nos dirigimos y allí estaban: Ramiro y Francisco.

Un día providencial, en el decir de nuestros amigos. Con ambos profesionales de la Arquitectura estuvimos gozando de sus comentarios sobre el arte que encierra todo lo realizado por los magníficos canteros que nos legaron tan grandiosa obra. Añadir al placer que siente el alma contemplando con los ojos los mensajes que aporta al espectador todo lo que ve, los entresijos que el profesional es capaz de encontrar dentro de cada piedra que conforma el monumento, es trasladarte a la vera del profesional de la maceta y el buril y sentir las sensaciones más bellas que encierra el ser humano. Nos hicieron vibrar con sus comentarios que agradecemos de todo corazón.

Un día inolvidable en un marco irrepetible.

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