
Nunca he cerrado los ojos y la mente al avance de la ciencia. En determinadas circunstancias pensaba que me gustaría contrastar por mí mismo ciertos comentarios que, de alguna manera, traspasaban las situaciones del cotidiano vivir. Hace siete días experimenté en mis propias carnes una situación que, según dicen los que de ello saben, es de absoluta normalidad. El rostro que muestra la imagen que encabeza este escrito, ni es de incredulidad, ni de malestar, ni mucho menos de contratiempo. Sí lo es de reflexión admirativa porque, por el puntito que observan en la siguiente imagen, señalado con la punta del bolígrafo, el admirable Cardiólogo Doctor Ramón Mantilla y su eficiente equipo, acaban de introducir hasta las proximidades de mi corazón dos espirales metálicas, una dentro de la otra.

¿Quieren más? Pues ahí les va. Yo escuchaba todo lo que ellos decían narrando los aconteceres que iban surgiendo durante el recorrido de los dos muellecitos sin sufrir dolor alguno. Obvio los nombres porque ya son parte de mi mismo. O sea que aparte del hierro que pueda tener mi sangre, desde el día veintiocho de Octubre, mis propiedades de hierro han aumentado.