Mes: julio 2018
EL CAMINANTE EN LIÑARES
Liñares y sus gentes
Un reducido y bello grupo de jóvenes damas de Liñares. Su jovial aspecto lo reflejan sobre todo al son de gaitas
Es Liñares una aldea del mundialmente renombrado Ayuntamiento de Avión. Sin embargo tiene Liñares valores tales que no es necesario sustentar su nombre en ningún otro lugar que no sea él mismo. Tomó El Caminante, en el día de hoy, rumbo hacia el Sur. La intención no era baladí. Julio, día 6. Víspera de Santa Isabel, Patrona del bello y noble lugar. Celebración por todo lo alto. Actos religiosos. Pero hasta Jesús daba de comer a quienes le seguían por doquier. Los lugareños de Liñares, no iban a ser menos. Reciben a sus visitantes con sardinas, pulpo, pan y vino hasta hartar. Una muy numerosa concurrencia que se hacía sentir, comía y bebía sin que nadie le pusiera veto. El Grupo de Gaitas de Beariz amenizaba el evento entonando toda clase de canciones propias de la tierra. Jotas, Muiñeiras y Pasodobles, como es ancestral costumbre. Una vez más son ls mujeres las que muestran su bien hacer, danzando con garbo y donaire al son de las gaitas.
El Caminante, hambrón de la vida, no podía por menos que hacer los honores al lugar y compartirlo con ellos.
Para hacer justicia a mi manera de ser, observé. Todas bellas y todas bailaban como si de profesionales de la danza se tratara. No era fácil la elección. Juventud, dije
Liliana fue la elegida. Como mandan los cánones, solicité, ceremonioso, su amabilidad para bailar conmigo. En esos instantes, me dí cuenta que, no solo había escogido la más joven, sino que, además, tenía entre mis brazos, al ser más bello que imaginar pudiera, y que unía a sus encantos físicos, un saber ser y estar que transportaba mi humana y poco sutil figura, por los espacios etéreos de lo divino. Su bello sonreir y su grácil figura se conjugaban con una voz aterciopelada y cantarina que sublimizaba los sentidos.
Con gentes así, amantes de su pueblo y sus tradiciones, tiene Liñares asegurado el porvenir. Personas afables que por doquier ofrecían viandas y bebidas sin cesar. Y lo que es más valioso se ofrecían a sí mismos para hacer el momento más agradable a todos los que por allí habíamos llegado. Gracias gentes de Liñares por vuestro saber hacer y estar. Seguid amando la tierra que os vio nacer y enseñar, como lo haceis, a vuestros jóvenes que dén continuidad a tan bello vivir.
CAMINANDO SE APRENDE A CAMINAR
DOS ALMAS GEMELAS (II)
Dejamos ayer a nuestra encantadora pareja, Mamá Gloria y Agustín, sentados en la parada del autobús. Ellos no lo esperan, sncillamente utilizan el asiento que allí hay, para tomar un respiro en su cotidiano paseo y contarse sus cuitas. Ni al uno le preocupa lo que su interlocutora le enseña ni a la otra le hace cambiar de criterio lo que el amigo, vecino y compañero le dice. Yo sigo sentado detrás de la mampara acristalada que sostiene el techo del refugio. El día está muy gallego. Ni llueve ni deja. Tanto Mamá Gloria como Agustín, no se fían nada del tiempo. Ahora está así, pero en unos momentos puede estar asá. Por eso, sombrilla a punto.
Mamá Gloria–Hoy estuve cosiendo este botón a la chaqueta. En estas chaquetas de punto los botones no duran nada, se sueltan enseguida. Agustin–El nieto mayor vino esta mañana pero estos jóvenes son gente del aire. No paran en ningún lado. –M.G. Tengo que darle un manguerazo a la terraza, porque este tiempo tan asqueroso da asco. Cría musgo todo lo ensucia. Qué rabia me da ver los balcones así, pero hay que aguantar. Contra la naturaleza es inútil revelarse. Siempre pierdes. –A. En este tiempo ya tenía yo puesto las cebollas y los ajos y ya estaba preparando el terreno para poner las berzas de verano. Qué verdura más sabrosa se cría en esa tierra del Arroyo. Además se da todo lo que eches. Hay terrenos agradecidos. –M. G. Hoy es el día 7. Mira qué coincidencia, hace años que compramos una vaca que había parido hacía dos meses para darle leche a la muchacha. Porque yo había agarrado un catarro tan grande que hasta la leche se me cortó. Qué buena leche daba aquella vaca. Le llamábamos A Toura. Daba una leche tan espesa, con tanta manteca que la muchacha la digería muy mal y tuve que ponerle un poco de agua para que fuera más ligera. A. -Los muchachos de ahora no se conforman con nada. Todo les parece poco y no hacen más que sacar cuartos a los padres. Van al estudio y lo que menos hacen es estudiar. Se dedican a todo menos a eso, a estudiar. El de la Balbina, aún es peor. Dicen que fuma no sé qué veneno que los vuelve medio tarumbas. M. G. –Con este tiempo de nubes y nieblas no vamos a coger nada en la huerta. Todo se lo lleva el demonio del mal tiempo. Pues tarda la Nena, seguramente la nieta que está en el estudio en Santiago, se habrá retrasado o a lo mejor perdió el tren y por eso tardan tanto. Confío que Dios las traiga en paz. Es tan buena. Es un ángel. Tan cariñosa y tan dulce. A. — Qué mal me sentó la cena esta noche pasada. Si es que no me hace caso. Le dije a mi hijo que yo no debo cenar. Si acaso un poco de leche con unas sopas y me sobra. Pero él se empeña en que tengo que comer y luego, a media noche ahí viene la danza. Cuándo nos harán caso a los viejos. Ellos piensan por sí mismos y no se dan cuenta que lo años te van condicionando. (La mayor parte de las veces hablan los dos al mismo tiempo. El uno no escucha, aunque oye y la otra ni escucha ni oye, pero cada uno expresa lo que quiere y cuando le da la gana. Eso sí, ninguno se molesta en esperar una confirmación o una respuesta a la pregunta que le formula. Qué más da, lo que importa es descargar lo que se piensa.) Continuará.
Ees un diablo de hombre. Ahora dicen que se dedica a escribir libros. Cuando el Demonio no tiene que hacer..
A. -Aún es temprano y la chaqueta no sobra. Yo no entiendo esto. Así que lo mejor es aceptar lo que venga.
¡Qué pena de huertas. Todas yermas, llenas de zarzas y malas hierbas. Yo no sé qué vamos terminando qué comer cuando nadie cultive el campo. Y ya estamos llegando a eso. Como Dios no nos ayude…veremos.
NO TENGO QUE Breve, mas, tan breve en su gráfica, como longa en su contenido. Cuando la vida te sitúa en un espacio que tú no has elegido, ni deseas, pero que te ves obligado a aceptar, inmediatamente buscas entre los entresijos de las dobleces de tu cerebro una compensación que, de alguna manera, le dé un giro a esa adversa situación existencial. De pronto ahí aparece la frase que preside esta reflexión: No tengo que. Esas tres palabras te liberan de tantas y tantas situaciones que terminas por convertirla en tu compañera inseparable. Sobre todo la llamas cuando la cuesta del vivir se empina y subirla se convierte en una empresa poco menos que imposible. Y es entonces cuando llamas a la puerta de tus apetencias. Se abre y tú decides si merece la pena seguir o quedarte. Siempre partiendo de la sacrosanta premisa que «no tengo que» subir, bajar, tumbarme, dejarme ir. Solo mis apetencias condicionan mi decisión. No sería sincero si en esta reflexión, un tanto irrealista en algunas de sus vertientes, no introdujera una excepción, para mí, totalmente imprescindible: Respetar. «Sí tengo» que respetar. Lo que sí hago es establecer mis condicionantes en el terreno donde el respeto camina por sí solo, sin tener que reconducirlo.
Con la certeza de que hay en mi vida, más luces que sombras. Precisamente, por eso, puedo caminar.