Dice el cantar popular: Hasta los pinos del campo/ Nacen con su inclinación. / Unos para hacer de Santos/ Y otros, pra ser carbón. Mi inclinación, al nacer, derivó en la línea de tener que pedir disculpas por mis incumplimientos a lo que prometo. Dije en varias ocasiones y me reiteré en ello, que todos o casi todos los días escribiría algo algo en mi Blog. Pero es tanta mi incompetencia y falta de capacidad para realizar lo que tengo que hacer, que el tiempo no me rinde lo suficiente. En estos días he tenido la fortuna de recibir en Os Cotiños, o sea, en esta vuestra casa, a uno de mis nietos, con unos amigos suyos de allende los mares. Concretamente proceden de Rochester, en el Estado de Nueva York. Con el fin de hacerles la vida más agradable y mostrarles los encantos de esta tierra privilegiada, me dedico en cuerpo y alma en intentar conseguirlo. Los demás comentrios huelgan. Sus horarios son tan diferentes que cuando toca dormir…. y cuando toca comer……Total, mis queridos lectores no pasan al baul de los recuerdos, pero el tiempo y el momento para decirles que les quiero, nunca está en el lugar preciso.
Sin haceros promesas que luego no cumpla, no os digo que en los próximos días, cuando de nuevo me quede solo, ohs haré partícipes de varias buenas nuevas de mi vida, que me encantará compartrilas con vosotros. Perdón y gracias por vuestra comprensión.
Muy queridos todos: Sin presunciones gratuitas, de los que nos tratamos con cierta familiaridad, posblemente sea yo el que nací primero. Si alguien puede demostrarme lo contrario, me encantaría nos lo dijera. Creo que lo comenté alguna vez. El 28 de Septiembre de 1.936, una bella Dama dió a luz un hermosísimo niño. Sí, sí.hermosísimo, según lo dicen los papeles. Luego la vida se encargó de estragarlo, pero en los principios, así era. Hasta tal punto es cierto que las vecinas le decían a mi Mamá que me pusiera sal en la frente, cuando me sacara a la calle, con el fin de que no me echaran mal de ojo las gentes envidiosas. Esa era la creencia. Sal en la frente para que las brujas no me maldijeran. Pero no es de mis encantos de lo que he venido hoy aquí, para decir esto, sino para daros las gracias por lo afortunado que me haceis leyendo mis escritos. Me encuentro con un montón de personas que ahora vienen al pueblo a pasar el verano y me esponjan el alma diciendo que me leen. No podeis imaginaros lo que supone a ciertas edades, de ahí viene lo del nacimiento, que hagas algo que los demás lo tengan en cuenta. GRACIAS de todo corazón. A los que «os gusto» o de alguna otra manera me expresais vuestros sentires. A todos. Os quiero. Muuuuuuuuaaaaaaaa, para vosotras. Para vosotros un fotíiiiiiiiiiiiiiisiiiiiiiiimo abrazo



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Este año para evitar todo lo narrado me he preparado una porción de troncos. Los tengo expuestos a los calores del iniciado verano y según se van secando, los pongo a buen recaudo en la leñera, construida al efecto. Al igual que hacen las hormiguitas en el buen tiempo, para que, cuando vengan mal dadas, tener la despensa llena. Como es fácil de suponer, todo eso conlleva un esfurzo complementario a los cotidanos quehaceres. Labores domésticas, compras, caminar un mínimo de 10 kilómetros para mantener el orden preestablecido, etc. etc.. Creo que después de lo expuesto comprenderán mis sufridos compañeros de viaje, en este maravilloso camino de la escritura y la lectura, que llegadas las 11 de la noche, hora en que la luz solar deja de iluminar los paisajes gallegos, este humilde servidor vuestro, próximo a cumplir los setenta y diez esté solo para irse a la ducha y desde el refrescante aguacero, introducirse entre las suaves sábanas que con tanto cariño me reciben cuando me arropo con ellas. Quisiera seguir pero…….El año pasado hioce un poco de cigarra y…..Buenas noc………..
En cuanto llegué me fui a comprobarlo con mis propios ojos. Me acerqué al lugar que se había escogido para montar los primeros cajones . No tardé en experimentarlo en mis propias carnes. En cuanto me acerqué al subsodicho lugar, escuché un zumbido que me era nuevo pero que me resultaba aclaratorio de quiénes los emitían. En efecto, antes de que me diera cuenta, me picó una abjeja en un antebrazo. En menos de cinco segundos sentí otro aguijonazo en el cogote. Sin mediar tiempo ni permisibildad otra me picó en una nalga y una cuarta me dejó su aguijón en el párpado izquierdo. Salí corriendo como alma en pena, renegando del poco sentido del agradecimeinto que tienen las abejas tratando así a la persona que les preparó un espacio para que vivieran en las condiciones idóneas para libar flores y cuidar bien a su Reina. Les planté hasta un centenar de romeros para que tengan flores para escoger. Todo ello, sin tener que hacerlo, ya que las colmenas son de un tercero que es su auténtico dueño. Yo recibiré, según me han prometido, un kilo de miel por colmena y año. Al menos es lo que me han dicho. Lo más importante es que mis montes van a seguir siendo útiles para producir alguna cosa y que en este caso muy importante, no tanto por lo dulce, que también, sino porque en mis fincas van a vivir y procrear unos animales imprescindibles para la existencia del ser humano sobre la faz de la tierra, como es la ABEJA. Razón por la que me dolieron menos los picotazos.