Hace unos días se me brindó la oportunidad de presentar mi libro UNO DE TANTOS en Cerdedo. Esta villa situada en la carretera que une las prvincias gallegas, Orense y Pontevedra, siempre ha llamado mi atención por su pulcritud, sus bien estructuradas calles y centros de Salud, áreas recreativas y Culturales y todos los elementos arquitectónicos que componen el funcionamiento del Concello. Me sorprendió muy gratamente el magnífico local donde se halla situada la Casa de la Cultura. A pesar de coincidir el evento con la celebración de la Eucaristía en honor del Cristo presentado por Pilatos al pueblo vociferante de Jersualén, Ecce Homo, la asistencia fue masiva, hasta el extremó de agotar el resto de los libros que pudimos recoger para cubrir las expectativas que se habían suscitado. Intervinieron, en primer lugar los Alcaldes de Cerdedo, Sr. Balseiros, a continuación el Cotobade, Don Jorge ambas poblaciones están oficiosamente fusionadas, el de Beariz Sr. Prado López y a continuación el autor del libro, o sea, yo, Pepe Ballboa Rodriguez. Dando prestancia a la mesa, nos acompañaba la Dama que propició el encuentro, la Sra. Iria L. Mourelle. Después de mi intervención actuó el grupo de Pandereiteiras de Quireza, que deleitaron a los presentes con sus cáticos regionales acompañados de de gaitas, tambor y bombo. Todo un lujo escucharlas. Es muy gratificante ver entre ellos, hombres y mujeres a niñas de muy corta edad, en cuyas manos las pandeiretas cobran vida de mariposas jugando interpretar en torno a sus sonrisas las danzas de las ilusiones que bullen en sus infantiles corazones. Todo un espectáculo de sonrisas e ilusiones. Y por si su expresión musical no bastara, el grupo entregó el producto de lo que reciben por su actuación para la ASOCIACIÓN DE LA ESCLEROSIS LATERAL AMIOTRÓFICA, o sea a la misma causa que está dedicada la cuantía toal que se consiga por la venta de la segunda Edición de UNO DE TANTOS. Magnífico y maravilloso gesto.
Gracias autoridades y vecinos de Cerdedo y de los pueblos vecinos que convertisteis este sencillo evento, en un acto que jam´s podré olvidar. Muchas gracias
Se puede pensar que a aparición de nuevos personajes en este particular Zoo, implica que los otros desaparecen Nada tan lejos de que así suceda. Salvo en el caso de Papo Rubio que murió y Poquita Cosa que fue adoptada, ella y sus hijos, los demás siguen viniendo, con más o menos frecuencia, pero cuando les conviene aquí los tengo y siempre con mucha complacencia. Por supuesto que después de morir Papo Rubio, a los pocos días apareció su
hijo Rubiales. Además, éste viene todos los días. Dado el raro Otoño que hemos vivido, en el campo hubo muchos insectos hasta la llegada de los fríos invernales y eso les permitía tener abundante alimento por los prados, ribera de los ríos e incluso por el monte. No falta ni uno de los que comenzaron. Ah, y cada día aparecen algunos nuevos, perros o gatos, sobre todo.
Poquita Cosa y sus tres hijos, también se encuentran muy bien en sus nuevos domicilios.
Cada día aparecen, como digo, nuevos inquilinos que son bien recibidos, pero con reservas.
Comer y marcharse. Aquí ya no cabemos más. O sea que parada, sí. Pero parada y fonda, no. Lo cierto es que me hacen muy feliz, ver cómo llegan, sacian su hambre y siguen su camino.
Estas Damas, son las once Bellezas a las que me refiero. ¡¡¡¡¡SUERTE MENSAJE!!!!!
Si os parece bien, y dado que ello homologaría un poco los tres nombres de nuestra original grupo avíicola, podíamos cambiar el nombre de Crestita o Crestiña, por el de Negriña. De momento la llamaremos así, NEGRIÑA. Si seguís leyendo, vereis con un poco de razonamiento el motivo de este cambio. No hace falta ser muy inteligente para saber que mi compañía no es la que Negriña necesita. Está muy bien. Tiene un habitat fantástico. La comida le sobra. Cuando voy me habla, me saluda. Sin embargo noto en sus actitudes que algo falta. No tardo en entenderla. Yo sé mucho de eso. Lo aprendí durante algunos años hasta que conseguí hacerme amigo suyo. Negriña siente la soledad. Yo soy el menos indicado para consentir ese sufrimiento.
Esta mañana, cuando le fui a dar los buenos días y observé su mirada, le prometí que inmediatamente pondría el remedio para evitar que sufra. Me fui a Carballino y le dije al señor del comercio que necesitaba dos compañeras para mi Negriña. Y como prueba fehaciente de nuestra mentalidad universal, quería que fuera una de color amarillo. oriental y otra aria occidental. en la primera no hubo problema, en la segunda tampoco, lo que sucede, es que se fue unos días a la playa y está un poco menos blanca. A una la llamaremos Auriña, por su color dorado y a la otra Clariña, por no estar ni blanca ni colorada. Son muy jovencitas. Negriña las recibió, en principio, muy bien. Cuando compartió con ellas unos momentos picoteando la comida, consideró que había llegado el momento de marcar las distancias y hacer ciertas aclaraciones para el buen funcionamiento. Debió pensar, Negriña que Auriña y Clariña no entenderían su lenguaje sonoro y entonces decidió dar las órdenes pertinentes en el lenguaje universalmente extendido entre las gallinas, del picotazo. Las novatas solo emitieron unos sonidos que yo no comprendí. Sien embargo escuché que Negriña sí les hablaba. Me paré a pensar e intentar descifrar el enigma y no tardé en llegar a la conclusión de interpretar la breve conversación mantenida por las tres. Negriña las picoteó en las crestas. Entonces ellas dijeron ¿»Por qué nos pegas si no hemos hecho nada malo? Respuesta de Negriña «Para que sepais lo que os espera si lo haceis». Seguí por unos instantes más, observándolas y me retiré sonriendo. Siiiii
Es de todos sabido que no hace muchos años, muchos o pocos, según la vara con que lo midas, ciertas tribus de esquimales abandonaban a sus mayores en medio de las inmensas superficies heladas. Esos mayores eran los encargados de masticar las pieles de los animales que cazaban. Al perder sus dentaduras y no poder realizar esa labor de ablandar las pieles, ya no les eran útiles y los abandonaban para alimento de las fieras. ¿Crueldad? ¿Forma de ser útiles hasta el extremo? ¿Cuidar la vida de los osos que prestaban otros servicios a la comunidad? ¿Tradición? Lo ignoro, pero así nos lo transmitieron y así os lo transmito, si aún existe alguien que no lo sepa. Pero centrémonos en Crestita. Crestiña, Prieta, Pretiña y cien nombres más que habeis remitido por diferentes conductos las amables personas que nos siguís, para que la nombremos. Crestiña, por aquello de que nació en Galicia, es solo una gallina negra. Eso sí, muy prudente. Muy educada. Nada glotona. Siempre que le hablo, contesta. Si la llamo, desde la puerta, se acerca. No me quiero poner exquisito. Pero la pregunta que me hago cada vez que la visito es la siguiente: ¿Por qué llegó aquí Crestiña?
¿Es ley de vida que aquello que no nos es útil, lo que no nos sirve para lo que nos interesa, se deseche?. Puede, digo, porque ignoro que exista alguien así. ¿Es ley de vida que todo aquel que no produzca sea arrojado a los cocodrilos? Mi gallina Crestiña, puso huevos mientras su naturaleza se lo permitió o las condiciones vitales lo propiciaron. Si dejó de poner, alguna razón lo motivó. Es posible que no ponga más o que, cualquier día me sorprenda y me regale huevos para mi consumo personal o para lo que yo quiera. Pero si nada de eso sucede, o sea que ya no produzca, ¿Cuál debe ser el destino de Crestiña? Yo, por descontado que la voy a tener conmigo hasta que…¿Hasta cuándo? Seguro que más de uno respondió al enigma «Pues hasta que muera». Bien, por mí, aceptado de antemano, pero de no caer en mis manos, Para actuar correctamente, ¿Qué tenía que haber hecho, la anterior dueña de Crestiña,? ¿Hacer lo que hizo? Decírmelo, ¿Engordarla para después hacer un buen guiso?
A mí, el solo pensarlo, me revuelve el estómago. Yo no lo haría ni lo haré. Una cosa es ir al mercado y comprar lo que sea y otra muy distinta es convertir en comestible algo o alguien, con quien has compartido momentos de vivencias compartidas. Esa es otra. ¿Crestiña es algo o es alguien? Ignoro si también las gallinas entran en esa clasificación, al igual que los perros. Según las nuevas leyes dejan de ser cosas para convertirse en seres de trato «diferenciado». ¿Está en ese grupo mi Crestiña? En fin, espero de vuestra comprensión la ayuda necesaria para sacarme de este laberinto que ha tomado posesión de mi cerebro. Estoy convencido que tanto por vuestra parte como por la mía, Crestiña no dejará de ser una Gallina feliz. Gracias. Buenas noches.
Os dejaba anoche cuando le estaba preparando una casa a mi gallina negra, que su dueña había echado al monte para que el zorro se la comiera, porque no ponía huevos. Bueno, ya estoy aquí. Por más que pienso, no acabo de encontrar un nombre que encaje con mi nueva pupila. Estoy convencido que durante el tiempo que invierta en escribir este comentario, se me ocurra alguno que defina a mi singular y unifamiliar «grupo» avícola. Tengo que reconocer mi satisfacción por haberla incorporado a mi peculiar habitat zoológico. Es muy educada y muy correcta. Cuando me acerco al jardín que rodea el palacio donde vive, está calladita, picoteando hierba o grano, según hora y apetencia. Le hablo bajito para comprobar sus cualidades auditivas y ella, en un lenguaje que todavía no acabo de interpretar, me contesta muy suave y muy quedito, también. Eso sí, me contesta siempre. Y si está en alguno de los rincones de su particular pradera ajardinada, al mismo tiempo que corresponde a mi saludo, se acerca a donde yo estoy. Si me callo, ella también lo hace.
Lleva, apenas tres días y ya cambió el plumaje. Como hace mucho frío y camina por un piso húmedo, no es posible que ponga huevos. Recuerdo que mi mamá, siempre lo decía: «Si las gallinas se mojan las patas, no ponen huevos». Pero estoy seguro que en cuanto el frío remita un poco, me premiará con un sabroso manjar que gustoso comeré a la salud de todos. Como ese momento me hace mucha ilusión que llegue, por qué no le llamamos a mi gallina negra…No, el nombre que se me había ocurrido no me gusta. Una de sus peculiaridades es la cresta muy pequeña. ¿Qué os parece se la llamamos «CRESTITA»? Pues a falta de una mejor idea por mi parte, la llamaremos así, Crestita. Si alguien tiene un nombre que se ajuste más a nuestra, desde ya familiar Gallina, que lo diga y lo sometemos al criterio de quien quiera opinar. No os imagináis lo ilusionado que estoy, que me ponga el primer huevo. Cuando lo haga, si lo hace, pienso llevárselo a mi vecina, para darle un poco de envidia. Bueno, o para que se lo coma ella. Hasta que llegue ese día aún se me ocurriráncosas. Seguro que de mi Crestita, aprenderé lecciones qeu no soñaba pudieran suceder en la vida que comparten los seres llamados, a veces erróneamente, racionales y los otros. Tiempo al tiempo. Solo hace falta saber escuchar y observar lo que hacen los demás.
Ayer regresé de la Capital del Reino. Salí de Madrid a las 13,05 y llegué a Santiago de Compostela a las 18.52. A las 19,00 estaba en mi aula de la Universidad para escuchar la lección de mi Seño. Por cierto, siempre es interesante, pero en el día de ayer, superó todos los estándares. Se lo hice saber. Mis compañeros de clase compartieron mi opinión. Esta mañana, desapacible, donde las haya, lluvia. viento, algo de granizo, en fin no faltaba nada en la escenografía de este martes invernal. Desde luego, nada que reprocharle. está en su papel. Así y todo me equipé como se merecía y me fui a buscar mi coche al taller del «Chapista». Claro está, que me fui caminando, como es preceptivo para el Caminante. Ignoraba, la distancia que hay entre el taller y mi casa. Más o menos me lo imaginaba.
Cuando me adentré un poco en el camino que va hacia Arduina, me sorprendió lo que vieron mis ojos. Estaba anocheciendo y al borde del muro que cierra una finca llena de maleza, una gallina negra, caminando despacito y emitiendo unos sonidos que no soy capaz de interpretar. Digo un muro que cierra una monte lleno de maleza, para resaltar el hecho de que lo más normal, es que en fincas de estas características, haya alimañas. Sobre todo, suelen ser los habitáculos ideales para el zorro. Muy sorprendido, digo, miro la gallina, la miro y la remiro, por si es un cuervo herido. Pero, no, me reafirmo. Es una gallina negra. Hay una vecina que tiene gallinas en una finca cerca de la casa. La llamo para preguntarle si entre sus gallinas hay alguna negra. Me dice que no, que las suyas son todas coloradas, son, en definitiva de la raza llamada de Mos. La primera casa habitada está a unos 100 metros. Inmediatamente me acerco, llamo y sale la dueña. Le hago la misma pregunta y la respuesta, no se hizo esperar.
Volví sobre mis pasos rápidamente, no fuera que el zorro se me adelantara, y la gallina negra había caminado unos metros más por junto al muro y seguía emitiendo los mismo sonidos, para mí palabras ininteligibles en el lenguaje avícola. Yo le hablé en el mío y entre los dos se estableció una correlación amistosa, ya que ella se paró. Al intentar agarrarla, dio un saltito que lo evitó. Quería compañía, pero la mía, se ve que no era de fiar. Lo intenté de nuevo, pero esta vez, lanzándome en plancha y me quedé con ella. Protestó, pero poco. La acaricié, le dije que mis intenciones eran buenas. Debió entenderlo así, ya que no volvió a protestar. Eso sí, continuó con su lenguaje que seguí sin entender. Dejé lo que me había conducido hasta donde encontré la gallina negra y regresé a mi casa con ella.
Me llegan muchas preguntas sobre mi silencio en lo que a Poquita Cosa y sus hijos se refiere. Ya lo tengo dicho muchas veces que yo no paro. Quiero decir que hoy estoy aquí, mañana aparezco en Madrid, en San Petersburgo o en el Amazonas. En fin que falto mucho de Os Cotiños. Razón por la cual no puedo tener bajo mi cuidado animales que necesiten de cuidados personales, prácticamente, diarias. A mí me encantan toda clase de bichos, razón por la que presto una especial atención a todos aquellos que me permiten que les dé un poco de cariño amasado con algo de grano, pienso u otros elementos de los que dispongo en determinandas ocasiones. Lo que no puedo y ellos lo saben, es permanecer atento a sus necesidades cotidianas. Pico Amarillo, Rubiales, el hijo de Papo Rubio y su compañera y otros varios, se acercan a los comederos que les tengo dispuestos y ahí encuentran lo que buscan. Pero en esos comederos está un complemento apetitoso para su manutención, siempre como complementaria. Eso no evita que, en algunas temporadas, este complemento se convierta, además, en sujeto, verbo, y predicado. En resumen, a lo que iba.
Hace algún tiempo vinieron por aquí unos señores, se enamoraron de Poquita Cosa y de sus hijos. En esa fecha, precisamente, yo me encontraba fuera de Galicia. Hablaron con alguien y se llevaron a toda la familia. Me consta que se trata de unas personas amantes de los animales, por lo que nuestra querida Poquita Cosa y sus cachorros están en buenas manos.
Poquita Cosa es un ser muy afortunado por haber contado con nuestro cariño. Dejémoslo ahí.
Sí, como suena. Que yo sepa, no ha sucedido nada fuera de lo normal. Sin embargo eta mañana me levanté rebosando amor y así continuo. Y, que conste que no he regateado ni un ápice del rico placer de amar en todo el día, Algo diferente es que alguna persona le ponga un poco de acidez y lo que podía tener sabor de almíbar, se trueque en amargor no deseado. Digo que no encuentro una razón especial para que esta eclosión de amor se haya producido desde el mismo amanecer. Tal vez haya sido ver cómo el agua besaba esta mañana al niño trigo y a la tierna cebada que intentaban y deseaban comenzar a vivir y la reseca tierra no se lo permitía. Y cuando esta mañana comencé a caminar por los caminos y sendas entre siembras esperanzadas, sentí cómo mis más íntimas expresiones de amor florecían dentro de mí y como cebadas y trigos han salido a la luz de mis quereres sin que yo, en apariencias hiciera nada por conseguirlo. Y ha tenido que llegar la noche con su silencio inspirador quien me diera la razón de esa eclosión de amor que durante este gratificante día iluminó mi caminar y alertó mis más profundos sentimientos. Y quiero seguir así. Y no quiero que con el día se acaben mis ansias de amar. Quiero, al son de las gotas de lluvia que se deslizan del borde de los tejados, danzar y regar mis sentimientos con ese agua vivificadora que alimenta corazones y lava malas intenciones. Quiero amarte a tí, bella desconocida. A ti, a quien nunca he tenido la fortuna de ver, pero que sé de tu existencia porque mi corazón me lo dice. A tí, que aunque lontana, te siento en la proximidad de mi existencia y me das, desde ahí, razón para hacerte mía y entregarme todo entero a tus quereres adorables. Y os amo a todos. A los que respirais y a los que permaneceis en las penumbras del infinito. A todos os amo y os llevo conmigo a donde quiera que voy. Os amo, por una razón infinitamente sencilla. Os amo porque amo la vida y todo lo que en ella existe. ¿Os convence mi razonamiento? Experimentarlo y comprobareis lo gratificante que resulta. Es tan sencillo que merece la pena.
Rotundamente, no. La Navidad no debe ni puede pasar. Si lo hiciere, aquellas personas que creemos en ella, no cumpliríamos con el mínimo requisito para hacernos dignos de festejarla. Ninguna persona que profese la fe de Cristo, puede permitirse el lujo de que ese Niño, no nazca cada día en nuestros corazones de creyentes. Razón por la cual tenemos que convertir nuestro corazón en el Pesebre donde cada mañana, cada noche, cada instante nazca en él, el Niño que alimenta nuestra vida con el infinito amor que le impulsa a estar entre nosotros. Ese amor no es necesario aventarlo en las eras, ni en los bares ni en las calles o plazas. Ese amor, ha de tener su primera expresión en la propia casa, en el ámbito familiar, donde el respeto entre todos sus miembros, sean muchos o pocos, gordos o flacos, altos o bajos, inteligentes o poco realizados, sepan escuchar y expresar sus inquietudes, ideas y exponer sus reflexiones. Si dentro del hogar, de cada uno de los hogares, de todos los hogares, se cumplieran esas sencillas premisas, como campanadas en el silencio de la noche, tendrían su repercusión en la sociedad. En esa sociedad que adolece precisamente de eso, de no escucharse, de no respetar al que está a su lado. De no respetar los espacios y los momentos de los demás. En ese respetar, en ese amar, respetar es amar, es donde quiere nacer ese Niño cuya efemérides acabamos de celebrar. Y es ese deseo, el que hoy expreso y deseo que esa forma y tiempo del verbo no tenga vigencia. Que no sea pasado. Que se convierta en un presente, en un deseo eterno que nos una en el amor. Es muy fácil. No hay más que permitirlo que suceda. En la imagen no están tres, por la misma razón que inspira este escrito, por amor hacia una persona que estaba en otro lugar a donde fueron ellos para hacer partícipe del que le profesan.